El sentido del humor de Dios es tremendo. Aun cuando muchas mujeres aseguran que ni ellas mismas se entienden, recibí un mensaje en el que me invitaban a escribir un artículo enfocado en “cómo entender el corazón de una mujer”. ¡Dios mío!
Mi nombre es Sebastián Ospina López, y solo porque me apasiona el amor y la forma en que nos relacionamos unos con otros, voy a hablarles de cómo entender el corazón de una mujer.
Para hacerlo, me contacté con dos expertas en el tema: Natalia Puga y Lina Valbuena. ¿Por qué con ellas? Primero, porque son mujeres. Y segundo, porque ambas tienen un amplio bagaje en el mundo de las relaciones: con ellas mismas, con sus esposos y con las personas que atienden a través de sus proyectos. ¡De eso les hablaré más adelante!
Necesidades insatisfechas, conflicto seguro
Los estudiosos del tema dicen que las mujeres necesitan seguridad, protección y amor, mientras que los hombres, de forma instintiva, anhelamos respeto, honra e intimidad sexual. ¡Es natural!, así muchas corrientes de estos tiempos lo nieguen.
Lo fuerte de este asunto es que, algunas veces, pareciera que ni las mujeres ni los hombres estamos recibiendo lo que anhelamos. ¿Qué está pasando? ¿Cómo nos estamos comunicando? ¿Por qué no nos estamos entendiendo?
¿Cuestión de diseño?
Para escarbar un poquito más en el tema, conversé con Natalia Puga, fundadora de Tu Psicóloga Cristiana, una plataforma de acompañamiento emocional que ha impactado a más de 6 mil personas en 43 países. A través de su equipo de especialistas, ofrece terapia basada en principios cristianos, ayudando a quienes buscan sanidad emocional y fortalecimiento en sus relaciones. Comenzando, la terapeuta hizo énfasis en nuestras diferencias biológicas.
“Los hombres y las mujeres somos diferentes en muchos sentidos. No solo por temas anatómicos, sino porque nuestros cerebros procesan el mundo de formas distintas. Nuestros hemisferios no se conectan de la misma manera. El cerebro masculino funciona de forma compartimentalizada, como si estuviera organizado por cajones. Es mucho más específico y está enfocado en resolver…, mientras que el cerebro de la mujer tiende a estar interconectado.
Muchas veces, cuando una mujer está molesta, no solo lo está por lo que acaba de pasar, sino por todo lo que le ha sucedido y que se conecta con la situación presente. Entonces, mientras un hombre se enfoca en lo inmediato, porque lo ve dentro de cajones, la mujer se enfoca en todo a la vez. Esa es una gran diferencia.
Me gusta hablar del cerebro femenino como una red de conexiones, donde las emociones, las experiencias pasadas y el presente están entrelazados. Eso ayuda a entender el corazón de la mujer: Cómo sentimos. Esta diferencia pone algo de luz de cara a comentarios como: “Es que las mujeres son muy emocionales” o “son muy hormonales”.
Hay algo que enseño mucho en terapia de pareja a los hombres, y es la capacidad de escuchar sin lanzarse a solucionar. Muchas veces, los hombres son muy prácticos y van de inmediato a la solución. Creen que su pareja está buscando una respuesta, y no siempre es así. De repente, solo quiere que la escuchen, que la entiendan, que vayan más allá de lo que se alcanza a ver.
Natalia me dijo que un buen consejo para esos momentos en los que la mujer empieza a abrir su corazón es validar lo que dice y luego preguntar: “¿Quieres que te escuche o quieres que te ayude a encontrar una solución?”. Parece sencillo, pero requiere práctica perder el miedo a ser vulnerables al conversar y entrar en las profundidades emocionales del corazón femenino.
Es que, cuando escuchamos de verdad, ¡todos salimos ganando! De una escucha activa, recibimos retroalimentación; de un discernimiento sabio, entendemos e incorporamos los anhelos y necesidades de ambos; y en un ejercicio de fe y valentía, mediante acuerdos, construimos una relación sana.
Al respecto de saber escuchar, sé de muchos pastores y líderes con matrimonios ejemplares que, al prestar atención a lo que sus esposas dicen, han sido muy bendecidos. En una ocasión, Marcos Witt dijo: “Mi mujer es como la voz del Espíritu Santo en mi vida”. Así que, mucho ojo, porque en sus palabras casi siempre encontraremos dirección y revelación.
Es imposible tener vínculos saludables (de cualquier tipo) sin acuerdos. Eso que a muchos nos enseñaron, de que las cosas irían fluyendo, no es verdad. Amós 3:3-4 dice: ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? (RVR60). Sin acuerdos, llegará un punto en el que el dolor y el malestar nos sentarán a la mesa.
El miedo mata el amor
Natalia también me habló acerca de nuestros miedos:
Muchos hombres, aunque no parezca, cargan con muchos miedos. Y esos miedos sabotean sus relaciones; esos miedos los van a limitar. Por eso es tan importante que se puedan decir: qué es eso que no me deja ir más allá; qué es eso que no me deja escuchar a una mujer. ¿Serán miedos? ¿Resistencias? ¿Cosas que viví en la infancia con mi mamá y las mujeres que me acompañaron?
Lo principal es entender qué siento y qué quiero. Para luego entrar a una conversación con la otra persona diciendo: “estoy notando que te estás sintiendo o estas pensando de esta manera. ¿Es así?”. Eso es muy importante para no lanzar juicios de valor sin asegurarnos de que son ciertos. Esto lo digo porque, la mayoría de veces, los videos que nos hacemos en la cabeza son mentiras. Por eso es vital que preguntemos.
Un último consejo que nos dio es que no debemos vivir en automático, pensando que las reacciones que tenemos son normales, o que hacen parte de nuestra identidad. Debemos cuestionarnos: “¿Soy así? ¿o estoy respondiendo desde una herida?”. Esto nos permitirá ir más profundo con El Espíritu Santo para sanar.
¿Cuestión de contexto?
Profundizando un poco más en el arte de entender el corazón de la mujer, conversé con Lina Balvuena, creadora de contenido, conferencista, actriz y autora del libro El arte de ser esposa. Aquí les dejo las perlas que me regaló.
Algo de lo que las mujeres se quejan mucho es que tienen que criar a sus maridos en el ámbito emocional. Todo este tema de las emociones es nuevo para ustedes. Antes no se hablaba de eso. Es que a muchos hombres no se les permitió llorar, no se les permitió reconocer y expresar lo que sentían. Les decían,“no llore, que usted es un hombre”.
Además a los hombres los instruyeron para responder y atacar. “Si le pegan un puño, usted se defiende. No se vaya a dejar; no vaya a ser el bobo del salón”. Esta dinámica, en la que no puedes expresarte ni desahogarte de forma sana, te lleva a acumular y acumular, hasta que explotas y terminas haciéndole daño a los que más amas.
Desde esta realidad, las mujeres debemos ser más empáticas con los hombres que tenemos cerca. Y ustedes deberían lanzarse a decir lo que sienten, lo que quieren, lo que les gusta y lo que no.
Conversando sobre identidad desde la óptica cristiana, Lina hace un paralelo muy interesante, en el que compara la trinidad con nuestra composición tripartita. Jesús representa nuestro cuerpo, el Espíritu Santo nuestro espíritu, y el Padre nuestra alma, donde se albergan nuestras emociones. Por eso vemos al Padre enojado o triste en el Antiguo Testamento, arrepintiéndose de haber creado a los seres humanos o enfurecido por su mal comportamiento. Es como cuando uno enojado dice, ¿a mí en qué momento se me ocurrió casarme y tener hijos?, dice ella jocosamente. Esto nos ayuda a entender que las emociones no son buenas ni malas; ellas solo vienen a advertirnos que algo está sucediendo, concluyó Lina.
En ese sentido, si el Padre abrió su corazón con Moisés para manifestarle lo que sentía, quiénes somos nosotros para no hacerlo. Solo de esta manera podremos encontrarle solución a nuestro malestar para abrirnos camino en nuestras relaciones.
Ojo con las microofensas
Otro tema que necesitamos cuidar, tanto hombres como mujeres, son las microofensas: esas cosas pequeñas que no son una ofensa en sí, pero que se van acumulando. Gestos, comentarios, suspiros, miradas, desautorizaciones, Etc. Por ejemplo, que yo le pregunte a mi esposo: “¿Cierto que quedé linda?” Y que él gire el rostro y en voz baja responda: “Pues…” ¡Eso me ofendería! O que él diga: “en esta casa vivimos en paz”, y de pronto yo conteste: “jmmmm, ¿paz?…” Todas esas microofensas son como gotas de chocolate que van manchando una camisa, y que, si no se lavan, llegará un punto en que sacarlas será muy difícil. Al ser detalles tan pequeños solemos perdernos de su inmensa importancia, menos mal que Lina dedica todo un capítulo de su libro a ellos.
Por eso, para evitar estos pequeños malentendidos, en vez de abrazar lo que creemos que somos como hombres, lo que nos enseñaron (que no coincida con la verdad de Cristo), o de aferrarnos a algún dictamen o test que nos encasille en un temperamento o en un tipo de apego, debemos mirar a Jesús y permitir que Él nos transforme a su imagen. De la misma manera en que Él se acercó a nostros (su iglesia) con lazos de amor, las mujeres anhelan que nosotros lo hagamos. Siendo decididos y atreviéndonos a ser tiernos, detallistas y serviciales.
Una cruda historia de amor
Concluyo con esta historia: conocí a un hombre que se crió entre hermanos, disfrutando de juegos bruscos y descomplicados. Creció entre mujeres independientes y muy fuertes, a las que una flor no les importaba mucho (por lo menos eso decían). Ese fue el código femenino que se escribió en su mente. Las dos mujeres más importantes de su vida eran pragmáticas y autosuficientes. Razón por la que creyó que las demás serían iguales.
Durante mucho tiempo estuvo soltero pero…para no alargarles la historia, solo hasta que vio a los ojos a la mujer que amó, y comenzó a escuchar sus anhelos, el amor lo comenzó a transformar. La necesidad de cariño y seguridad que percibió en ella lo transformó en dador de flores, conductor de Uber, poeta improvisado y hasta en un hombre más organizado. Incluso, la influencia de esta presencia femenina lo acercó más a Dios, acelerando su crecimiento como nunca antes.
Las mujeres, según lo escuchamos de Natalia y Lina, quieren que seamos más sensibles a escucharlas y escucharnos; que comuniquemos y estemos dispuestos a recorrer un camino de transformación y cambio (la única constante en nuestras vidas). Anhelan que sanemos nuestras heridas e inseguridades en las profundidades de la presencia de Dios, y que de ese lugar salgamos caminando firme, siendo determinados y valientes para conquistar sus promesas.
Quizá nos quedemos mudos ante la pregunta: ¿cómo entender el corazón de una mujer? Sin embargo, algo que he comprendido, y que aplica para hombres y mujeres, es que sí, está muy bien entendernos, pero está muchísimo mejor amarnos, cubrirnos y acompañarnos en las dificultades de la vida, que algunas veces pueden pesar bastante.
Creo fielmente que Dios está levantando hombres que sabrán honrar el llamado a amarlas como Jesús amó a la Iglesia y ser valientes en restaurar lo que ha sido dañado en el pasado.
Para comunicarse mejor
- Invierte en tu relación. En estos tiempos, así como invertimos en el gimnasio y en estudios profesionales, es importante invertir en nuestra relación de pareja. ¡Hay una infinidad de material disponible!
- Mira hacia adentro. Muchos de los cambios que les pides a los demás son los mismos que te niegas a dar. Todo aquello que me molesta de mi pareja es material para trabajar en mí misma. Antes de decirle al otro: “Hey, cambia esto para que yo no me sienta mal”, lo que necesito es descubrir qué pasó conmigo, entender por qué me molesta y quitarle el poder. ¡Necesitamos ejercer el dominio propio! No es posible que nuestras emociones dependan de lo que el otro hace o no hace.
- No te lo tomes personal. Una herramienta que comparto en mi charla se llama: “Observo, pero no absorbo”. Si mi esposo llega bravo, triste o desinteresado, yo observo su emoción, pero no la absorbo; es decir, no la hago mía, porque no voy a poder solucionar lo que está en el alma de él.