Es probable que muchos de quienes han seguido su carrera lo vieran como un “niño de iglesia”, siempre protegido y cuidado de las adversidades del mundo. En parte, esto podría ser cierto, ya que su testimonio de vida no incluye historias de excesos. Sin embargo, pocos conocen que, cuando tenía siete años, su familia se desmoronó luego de que se descubriera la infidelidad de su padre, quien ejercía el pastorado, con su secretaria. En ese momento, Evan decidió correr hacia Jesús. Aún no se explica exactamente por qué, a diferencia de sus hermanos, no escogió otra vía de escape ante un dolor así. Su única explicación está en la gracia, misma que restauró a su padre por completo.
Evan asegura que, para cualquier estadounidense nacido y criado en California, es inevitable interactuar con el idioma español, debido a la nutrida comunidad hispana que habita en esa región de Norteamérica. Él se propuso aprenderlo bien, y hasta hoy piensa que esto le cambió la vida por completo. Le resultaba muy satisfactorio conversar en español con los latinos que visitaban el Starbucks donde trabajaba. Luego vivió en Colombia, México, Costa Rica y España, pensando que eso le ayudaría a perfeccionar su español, pero nunca se imaginó que, en esos lugares, donde nadie conocía la comunidad evangélica que pastoreó su padre y, por el contrario, apenas relacionaban su apellido con una marca de quesos, recibiría sanidad. Evan fue sanado entre la comunidad hispana y su confianza fue restaurada.
Ama el calor humano de los latinos y el valor que le dan al tiempo en familia. “Yo viví por mucho tiempo a cinco minutos de mis primos, pero podía no verlos durante meses”, compara. Le encanta el estilo musical de Sebastián Yatra y Carlos Vives, e incluso afirma que hay ocasiones en las que se siente más seguro hablando en español que en su lengua materna, “porque he aprendido a depender de Dios más en español que en inglés”. Su padre, es el director y fundador de un albergue que recibe a personas sin hogar, muchos de ellos migrantes, lo cual ha acercado aún más su corazón a las situaciones que viven los países de habla hispana. Por eso, su carrera musical está profundamente ligada a la obra social en beneficio de quienes no tienen hogar, de los niños con cáncer o de los refugiados.
Más que un “gringo caribonito” que canta bien en español, hoy Evan es el esposo de Rachel y el padre de Sofía, alguien que experimentó la ansiedad de no poder salir de gira durante el 2020 a su amada Latinoamérica y que ha sabido usar sus heridas de infancia para aferrarse más a Dios. La historia de su padre, que un día le falló, tatuó en su corazón la indeleble verdad de que Dios es un Dios de múltiples oportunidades, capaz de trabajar con el corazón de cualquiera que se disponga a Él.
Hablamos con el Evan de hoy, quien, aunque no es millonario ni fisicoculturista, se considera el hombre más rico del mundo por tener a su familia con él y el más fuerte al contar con el gozo de Dios, que es más que emociones. Puedes leer nuestra conversación a continuación.
¿Cómo te sientes con tu carrera musical hasta ahora?
No soy financieramente el hombre más rico del mundo, pero creo que es muy importante reconocer las bendiciones que Dios nos ha dado. Puedo compararme con otros, pero eso me quita gozo y me impide reconocer lo que Dios sí ha dado a mi vida. Estoy muy agradecido con Dios por mi carrera, mi ministerio, pero, más que todo, por mi esposa y mi hija. No hay nada que pueda comprar que me haga más feliz que ellas y mi relación con Dios.
¿Qué has descubierto de Dios en esta nueva etapa como papá?
Todo lo relacionado con Dios como Padre me está volando la cabeza. Ahora que soy papá, desde que vi a mi hija en los sonogramas, todo el mundo me advirtió que se despertaría un amor en mí que no se puede replicar, y eso me enseña un poco del amor de Dios. Obviamente, es solo una sombra del amor que Él tiene por nosotros, una fracción. Eso es lo que estoy aprendiendo ahora, y es hermoso.
¿Cómo se relaciona esta etapa de tu vida con la época anterior en la que mostrabas preocupación por las personas sin hogar?
En mi música siempre hay una relación con lo que estoy viviendo y aprendiendo. La comparación es el ladrón del gozo. Si me comparo con Jeff Bezos o Elon Musk, podría pensar que soy un fracaso. Pero, cuando dejo de compararme, veo que soy muy bendecido. La verdadera receta de la felicidad no está en lo que nos enseñan en Hollywood, sino en la familia y en nuestra relación con Cristo.
¿Qué has aprendido de los latinos?
Lo que he aprendido viajando por América Latina, y, por ejemplo, al conocer a mis vecinos cubanos, es que tienen una alegría y un gozo que muchos en Estados Unidos no tienen. Conozco personas que nacieron con todo: acceso a las mejores universidades y recursos de sobra, pero no tienen ese gozo. Mis vecinos, que han tenido poco, entienden el valor de lo poco y lo mucho. Reflexioné sobre eso porque nací en Estados Unidos, donde nunca me ha faltado pan en la mesa, pero a veces pienso: “Si tuviera esto, sería feliz”. Ahora decidí no dejar que mi circunstancia dictara mi felicidad. Espero que la gente en América Latina también reconozca que me han bendecido con esa perspectiva, pero sé que muchos luchan con eso, y quiero animarlos a enfocarse en lo que realmente importa en la vida.
Has logrado unir la cultura latinoamericana con la estadounidense. ¿Qué consideras que has alcanzado gracias a este vínculo?
Todo. América Latina me ha formado y transformado completamente desde que fui por primera vez a Colombia en 2012. Me considero gringo en algunos aspectos, como la puntualidad, pero amo América Latina. Influye en mi música, en mi forma de ser. Asisto a una iglesia hispana en Houston, Texas, donde convivo con amigos colombianos, argentinos y mexicanos. En Estados Unidos, muchas personas están aisladas, pero entre latinos, después de la iglesia, vamos a convivir. Puedes tener todo y, aun así, sentirte solo. Esto me recuerda lo que dice la Biblia: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma?”.
¿Cómo se relaciona esto con acontecimientos mundiales?
Si estuviera en Ucrania o Israel y perdiera todo menos a mi familia, me sentiría afortunado. Prefiero perder una casa o un carro antes que perder a mi esposa o a mi hija. Conozco personas que han perdido todo, pero, mientras mantengan a su familia, pueden reconstruir sus vidas. Lo más importante son los seres humanos. Las pérdidas materiales se pueden recuperar, pero perder a alguien deja una cicatriz para siempre.
¿Cómo crees que hacer parte de una iglesia se relaciona con esta idea de que el gozo está en la familia?
Mi deseo para la iglesia es que se enfoque en la familia. Muchos problemas sociales surgen de la desintegración familiar: divorcios, padres que trabajan todo el tiempo y no pasan tiempo con sus hijos. Esto también ocurre en Bogotá, donde muchas personas pasan horas en tráfico y la familia ya no come junta. La iglesia puede influir en la sociedad al crear y fortalecer familias.
La iglesia debe demostrar que Dios está restaurando matrimonios y buscando al hijo pródigo. Cuando Jesús es exaltado, Él atrae a todos hacia sí. Eclesiastés 9 dice: “Disfruta de la vida con la mujer que amas”. A pesar de que Salomón lo escribió en un tono pesimista, el mensaje es claro: disfrutar de nuestra familia es uno de los mejores regalos de DiosPunto final
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La verdadera receta de felicidad no está en lo que nos enseña Hollywood, sino en la familia y en nuestra relación con Cristo.
Lo más importante son los seres humanos. Las pérdidas materiales se pueden recuperar, pero perder a alguien deja una cicatriz para siempre.
La iglesia debe demostrar que Dios está restaurando matrimonios y buscando al hijo pródigo.