Regresar de un viaje a medianoche y encontrar la puerta cerrada y las llaves extraviadas: ¡una escena que mi esposa y yo hemos protagonizado más de una vez! Este pequeño incidente cotidiano, lejos de ser único, ha desencadenado un abanico de reacciones: desde el mal humor hasta la risa nerviosa, pasando por la indiferencia, las lágrimas y, finalmente, la búsqueda de soluciones prácticas.
Al principio, ella esperaba que yo reaccionara de la misma manera en que ella lo hacía, y viceversa, pero nunca ocurrió. Con el tiempo, comprendimos que esa diversidad, lejos de ser un obstáculo, era la clave para encontrar soluciones creativas.
Este hecho, aparentemente trivial, nos enseñó una lección valiosa: la unidad matrimonial no se basa en la uniformidad de ideas, sentimientos o gustos. Pretender que nuestra pareja sea una copia de nosotros mismos es un error que atenta contra su identidad y, en últimas, contra el diseño divino.
Como dice Génesis 1:27 Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó (NTV).
Dios nos creó a su imagen y semejanza, hombres y mujeres, con diferencias que, lejos de separarnos, están destinadas a complementarnos.
Diferencias particulares
Estas diferencias se manifiestan de diversas maneras:
- Perspectiva del mundo: Para el hombre, el mundo puede ser una carrera, un desafío constante hacia el éxito. Para la mujer, a menudo es un nido, un espacio para embellecer y nutrir.
- Expresión del amor: Los hombres suelen conectar el amor con la intimidad física, mientras que las mujeres lo ven como una expresión emocional profunda.
- Manejo del estrés: Los hombres tienden a buscar la soledad de su “cueva” para procesar el estrés, mientras que las mujeres buscan compartir sus sentimientos y encontrar apoyo emocional.
Más allá del género, el temperamento añade otra dimensión a nuestras relaciones. Cada uno de nosotros es un mosaico único de fortalezas y debilidades:
- Sanguíneo: Extrovertido, amigable y optimista, pero a veces indisciplinado y egocéntrico.
- Melancólico: Perfeccionista, detallista y reflexivo, pero también pesimista, crítico y susceptible.
- Colérico: Líder, disciplinado y práctico, pero a veces hiriente, hostil y difícil de complacer.
- Flemático: Tranquilo, de buen humor y fiel, pero a veces temeroso, indeciso y terco.
Durante años, intentamos moldearnos mutuamente, buscando la uniformidad, hasta que comprendimos que nuestras diferencias no eran obstáculos, sino oportunidades para crecer juntos. Aprendimos a valorar y aprovechar esas diferencias, convirtiéndolas en fortalezas para nuestra relación.
En conclusión
En lugar de intentar cambiar a nuestra pareja, permitamos que el Espíritu Santo nos revele la belleza única de cada uno. Aprendamos a aceptar nuestras diferencias como regalos únicos de Dios para enriquecer nuestra relación, que debe ser un reflejo palpable del amor y la sabiduría de Dios.
Los invito a explorar esta edición, que celebra el valor de la mujer y su papel esencial en la sociedad, así como el valioso aporte de los hombres en la construcción de la familia, núcleo fundamental de nuestra comunidad. Espero que disfruten de su lectura y la compartan con otros.